SOMOS CAMBIO CONSTANTE
Deberíamos entender a tiempo que somos cambio constante, que no se atrapa la luz del sol con las manos, ni se retiene el agua en movimiento. Somos un poco como el viento que nunca se detiene, corre a la velocidad que quiere pero nunca se queda, es el mismo pero siempre diferente y nadie lo atrapa ni lo retiene, el viento es libre y en su libertad abraza o solo acaricia y sigue.
El viento cuando se detiene deja de existir y quien busca retenerlo pierde la vida en ello porque se atrapa lo que percibe la piel, pero no lo que es del alma, eso se graba y permanece libre. Por eso la piel lleva cicatrices y el alma la existencia misma.
Absolutamente todo perece, aún las piedras sin vida se erosionan y se van. Solo vive y sobrevive lo que a del alma, lo que hace latir el corazón.
Somos evolución, desapego y libertad y lo contrario nos apaga el alma.