¿IBA POR EL BUEN CAMINO? el lustrador de calzado
"debes tener mucha hambra para vender así tu dignidad"
El impacto del comentario que había recibido por parte de sus familiares y amigos fue tan fuerte que José Juan hizo un examen de conciencia, para esos momentos todavía tenía un poco y pensó en una mejor manera de ganarse los favores y reconocimiento de los señores de traje a quienes les lustraba los zapatos con tanto gusto y de competir con otros lustradores de zapatos que procuraban ser más discretos en su servilsmo, perdón, en su servicio.
Tomó unas vacaciones (por eso no había escrito yo la historia) en casa de su abuelita que le tejía unas bufandas muy bonitas con puntada de arroz que él lucía mucho y procuraba que todos las vieran para provocar envidia; nadie lo envidiaba pero él creía que esas miradas curiosas eran por eso y entonces era feliz, suponía que todos querían una bufanda de su abuelita. Pero vayamos al punto, todas las tardes se tomaba atole con tamalitos al lado de la mecedora de su abuelita que lo escuchaba (era un poco sorda, pero sabía fingir, había aprendido con los años) sin pronunciar palabra y cuando él la cuestionaba, ella asentía para que pareciera un sí. Después de varias "pláticas" decidió regresar con nuevas ideas.
Con extrañeza sus compañeros lustradores de zapatos lo vieron regresar después de varios días y no porque lo extrañaran sino porque parecía un personaje diferente, ahora venía vestido llamativamente, con pantalones de colores pero no los de moda que traían los que entraban al edificio de los hombres de traje, era evidente que los pantalones también se los había hecho su abuelita, con toda buena intención pero sin sentido de la moda y la proporción; además llegó gritando estridentemente al hablar, frases que sonaban ridículas. Todos mostraron cara de asombro, se miraron unos a otros y contuvieron la risa, sabían que si se burlaban de él, podría caer en una terrible depresión, ya había mostrado lo importante que era para él la aceptación, tampoco los mostraron emoción alguna, se limitaron a observar y a pensar cómo cambiaría ahora su relación.
La verdad es que sí hubo cierto cambio, pero Juan José seguía adulándo y compitiendo para ganarse sustanciosas y a veces no tan sustanciosas propinas; sin embargo los señores de traje se dieron cuenta de que ahora, además de hacer lucir su calzado, podría divertirlos y es que esa forma nueva de hablar les parecía graciosa, ahora sería además de su adulador lustrador, un simpático payasito……
continuará….