Perdonar debería ser una disciplina diaria
Algunos creen que perdonar es privilegio de seres especiales que nacieron con ese don; pero no, perdonar es un proceso que requiere pensar, entender, comprender.
Para perdonar es necesario pensar qué es lo que nos hace daño, qué es lo que lastima, cuáles acciones o palabras nos hirieron y en que circunstancias sucedió. Entender que si las personas lastiman no siempre es con la inteción de hacerlo y que nadie puede hacer su vida para complacer a los demás, aunque nos amen, aunque nos quieran, todos merecen tomar sus propias decisiones y actuar como mejor les pareza. Comprender que quien te lastima puede no estar atravesando por un buen momento, que no depende de nosotros sino de algo que sucede en ellos; comprender también que no podemos ser amigos de todos, que no podemos tampoco actuar los demás esperan y que en todas las relaciones humanas existen diferencias.
Tenemos además que aprender a respetar los tiempos, los momentos, la personalidad y la vida de los demás. No todo es personal y aun lo que es personal, se debe dejar pasar y seguir con la vida, sanar y continuar.
Perdonar es dejar ir sin esperar disculpas, ni arrepentimiento; a veces quienes nos lastiman ni siquiera se dan cuenta de que lo hacieron. Perdonar es un asunto interno, es un tema del alma y de estar en paz.
El perdón, de hecho, debería ser un ejercicio diario, como salir a correr o caminar y debería fortalecerse como los músculos cuando se hace una rutina de pesas y debería existir una proteína que ayudara a hacer el perdón más sólido, que si se perdona sea de verdad, que deje de doler el recuerdo y que traiga paz al alma.